Fer Go
«Nada puede arrebatarnos los recuerdos. Cierro los ojos y revivo el pasado. Sensaciones que me acompañarán toda la vida».
Este pensamiento le asaltaba muchas mañanas, en el momento alucinado, minutos antes de que suene el despertador, cuando el cuerpo y la mente flotan en
esa tierra de nadie que atravesamos cada día al despertar.
Intentó aferrarse al mundo de los sueños, consciente de que era un esfuerzo inútil, ya estaba despierto. Se levantó sin ganas, era lunes. Notó el frío del suelo
en la planta de los pies y esto acabó de despertarle. Inició el ritual de la mañana, al terminarlo cerraba la puerta de casa: aseado, vestido y desayunado. Bajó las
escaleras y se sumergió en la corriente de gente que desaguaba en las bocas de autobuses y metro. Tras una hora y dos trasbordos, llegó a su trabajo. Se paró
frente a la entrada, varios compañeros pasaron presurosos mascullando unos buenos días. Arrugó la nariz, frunció el ceño y miró al suelo. Dio media vuelta y se fue. Vagó sin rumbo, sintió un hastío infinito y unas ganas inmensas de romper con todo. Estaba vacío, como su vida, que le había llevado a un callejón sin salida. Atrapado en una ratonera perfecta… fría… sin alegría. Andando, sus pasos le llevaron hasta la puerta de una sucursal de su banco. Se paró y entró, empujado por la decisión que acababa de tomar…
LA HISTORIA DEL SIBONEY
A finales de la segunda década del siglo XX, una familia de adinerados banqueros rusos de origen judío afincados en París, a donde habían llegado huyendo de la revolución bolchevique, cansados de los conflictos y enormes dispendios que provocaban la vida disoluta y las constantes calaveradas del primogénito, decidieron que la única forma de evitar que acabase en la cárcel, muerto o, aún peor, con la fortuna de la familia y su buen nombre, era alejarle de la ciudad de la luz.
Durante meses, padres, hermanos, tíos, abuelos, incluso la antigua nodriza, ahora ama de llaves, intentaron convencer a Nicolay sin resultado alguno. Le dieron a elegir entre las ciudades más importantes de Europa y América, ya que tenían familiares o conocidos en casi todas ellas, pero él se siguió negando obstinadamente.
El padre intrigado, contrató los servicios de un investigador privado que le proporcionó un detallado informe de las andanzas del hijo, confirmando lo que temía. Nicolay se había encaprichado de una
vedette del Olympia. Hombre de mundo comprendió que no había nada que hacer y desde ese instante cesó en su empeño…
FICHA TÉCNICA