© Fotografías de portada y de la autora: Rafa Martín

Siempre he llegado tarde a la certeza.
Siempre siento que es hoy,
ahora, en este instante,
aquí, donde quisiera
haber venido antes
y quedarme más tiempo.
Ahora, cuando me pienso yo,
más yo que nunca,
viva, real, posible,
verdadera.

Siempre he llegado tarde
o me voy pronto.
Y es que la vida obliga,
como un río.

La vida como el agua

(Viene de la página de inicio)

Es evidente que la vocación de María J. de la Vega, su afán de conocimiento, contribuye sobremanera a la hora de crear. El poema es ritmo, es imagen, es metáfora, es belleza, es pensamiento y conocimiento, todo ello puesto a disposición del lector. No hay nada más hermoso que un verso bien escrito, sin más pretensión ni más vanidad que ser eso, palabras perfectamente armonizadas, cumpliendo las reglas obligadas para lograr que la arquitectura del poema, del libro, se convierta en una realidad sólida, original y única, que no se quede sólo en un bello objeto.

Yo no sé cuál es hoy el papel del poeta en el mundo, en este mundo que nos ha tocado tan vertiginoso, tan seductoramente artificial y mediatizado, tan recurrente y tan bombardeado por las nuevas forma de comunicación y de entretenimiento, que sufren de una incontinencia crónica que, al final, termina provocando la deshumanización en la convivencia entre unos y otros, una forma de vivir bellamente cubierta con una costra de aislamiento, donde el mínimo esfuerzo se convierte en virtud. Menos mal que nos queda el arte, la poesía para rescatarnos, para sobrevivir.

Como amante de la literatura y como lector que disfruta de la poesía, y la hace partícipe a aquellos que así lo deseen del entorno más cercano, pienso que el poeta sincero, el de vocación y talento, el que se ha ido forjando paso a paso, verso a verso, sin dejar de aprender para madurar su creación (no ese que, sin más y de repente, se siente tocado por las musas y ya «no hay Garcilaso que me supere» a pesar de no leer a los otros, y mucho menos ser autocrítico, o aquel advenedizo que irrumpe sin más afán que el de ensalzar su imagen presentando una ‘creación poética’ mediocre –que son muchos en el panorama de la creación literaria, lamentablemente-); el poeta, digo, lo tiene complicado para abrirse paso entre tanto escaparate repleto de vanidades, algunas de ellas camufladas como ávidas pretensiones poéticas de última hora, sin más criterio que el deslumbrar de forma pasajera, pero eso sí, considerado como de alto interés intelectual arropado por una publicidad intencionada, aunque con sello de caducidad.

Pero volvamos a “La Vida como el agua”. De profundo compromiso social, y cultural, inquieta y preocupaba en cómo transcurre el devenir del mundo, tanto el lejano como el más cercano, el de las altas azoteas y el del paisaje de nuestra cotidianeidad, en cómo se gestiona nuestra sociedad desde lo público y lo privado y cómo influye en los más débiles (“Venimos a recordar sus nombres, / a recordar su miedo, su dolor, / su esperanza…”), a la hora de leer la obra de María J. de la Vega, comprobamos que sus poemas respetan siempre los cánones de la poesía, nunca pierde la perspectiva (la poesía es ritmo, me dice muchas veces, el poema nunca debe chirriar ni desentonar). Hay que crear y hay que esforzarse. El poema debe ser un todo que se meta en el corazón y en las tripas del lector, porque de ahí es de donde ha salido, de las entrañas de su autora. Ella es elocuente, de una manera discreta escribe, sin gritos, pero sin apagar nunca la voz. Me consta que tampoco busca el agasajo ni el aplauso, es una persona comprometida con su obra y con lo que ello supone. Sólo tenemos que leerla.

“La vida como el agua”, igual que el resto de la obra que le precede, también es un libro que bebe en la intimidad de la poeta, se adentra en ese mundo profundo de su existencia, en el calor de los que la rodean (Volver quiero a tus brazos y a tu pecho, / sentir que me sostienes, / estar allí contigo…).

No son poemas largos, de difícil comprensión, no recurre a complicadas figuras retóricas para engalanar los versos, o hacerlos difíciles de comprender. Son poemas que se acercan como las gotas de agua, que cadenciosas van empapando el sentir del tiempo, nos van calando en los huesos y en la carne, a veces con la crudeza de su verdad, a veces con la suavidad de los deseos y la felicidad, a veces frías, a veces cálidas, como la vida, como el agua (“Cuatro años y el cielo / parece un mar, y el mundo / se va haciendo de nuevo / con cada paso dado / más allá de los exacto”).

Por último, no quiero pasar por alto otra peculiaridad que nos encontramos en los libros de María J. de la Vega, y es que ella recurre a citas de grandes poetas que, a modo de transiciones, van apareciendo a lo largo del libro, citas que nos recuerdan la vocación lectora de la poeta, de las que bebe, de las que se inspira, citas que enseñan el camino por el que discurre el poemario, y que desde la grandeza de sus autores, la invitan a ella crear una poesía con voz propia.

Disfruten de este libro, les encantará. / Mariano García

 

FICHA TÉCNICA

LA VIDA COMO EL AGUA

Poesía. 84 páginas.
Primera edición: Marzo de 2023
© 2023. María J. de la Vega
© Fotografías de portada y de la autora: Rafa Martín

EDITA:
Saint Just Ediciones
C/. Madrid, 52 – 2º F – Getafe (Madrid)
saintjust.ediciones@gmail.com

ISBN: 978-84-126826-0-1
DEPÓSITO LEGAL: M-7255-2023

PVP EDICIÓN EN PAPEL: 12 euros
PVP EDICIÓN EN PDF: 6 euros

 

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