Luis Díaz

Luis Díaz, tercer planeta del Sistema Solar 1.965-2.007.

Laboral fijo clase 2, cualificación intermedia. Causa baja permanente en acto de servicio, caminito del trabajo.

Nace en Chamberí (Madrid), con 5 años va a Barcelona y pasa en la ciudad condal los dorados años de la infancia, a las faldas del Tibidabo, junto al Mediterráneo. Merendando cósmicos bocadillos de pan tumaca con pernil (pan amb tomaquet i pernil).

Muere el dictador Franco (lo digo, porque todavía hay algunos que no se han enterado). Un año después, la familia regresa a Madrid. El niño Luis está perdido, le han cambiado el paisaje, ya no están las montañas ni El Mar. En el colegio soporta constantes mofas por su acento catalán, aunque él es de “Madrit”, y se tiene que hacer respetar a puñetazos.

Entra al instituto para seguir estudios y hacerse arqueólogo (sin haber visto Indiana Jones, que todavía no se había filmado). Pero su padre tiene otros planes para él, le pone a trabajar. Combinar estudios y trabajo ya es difícil para un adulto y para un niño ni les cuento, nuestro biografiado se pierde y su prometedora carrera académica con él. No hay nada peor para un pre púber que tener pasta en el bolsillo.

Tuvo una aborrescencia larga, muy larga. Cuando despierta ya ha hecho la mili y prefiere no mirar hacia atrás para no avergonzarse. Después de vicisitudes sin cuento, engaña a una chica y se casa. Ella le centra y apunta a unas oposiciones que, ¡oh misterios insondables que rigen el Mundo!, aprueba. Empieza a trabajar en un centro ocupacional. Pasan los años y un día le sorprende la muerte por la mañana en forma de coche.

Por la tarde le resucitan, pero mal, en el trance ha perdido el 85% de su cuerpo. Desde entonces su cuerpo se convierte en su cárcel. Quiere morirse… Pero, una vez más su mujer va en su ayuda, y le saca de la depresión apuntándole a clases de escritura. Nunca lo había hecho (y mucha gente espera que no vuelva a hacerlo), su maestra, Arancha Apellániz, le transmite algo de su sabiduría, y él se deja llevar y perpetra Far Go, artefacto que ahora tiene usted la oportunidad de leer. Su primera novela: «Esperemos que sea la última», dijo un examigo después de leerla.

 

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